El Hermano Pascual López Jiménez nació el 19 de junio del año 1936 en el pueblo de Fuentebella, localidad de la provincia de Soria en España.

Nacer en España en el año 1936, en esta pequeña localidad rural de Castilla donde la subsistencia dependía de las pocas riquezas agropecuarias que brinda esta tierra de secano, es un hecho que nos habla de la fe de sus padres a quienes no asustó ni la escasez ni la recién declarada guerra para aceptar el regalo de la vida de su sexto hijo.

Pero no debió ser una gran carga nuestro biografiado pues le sucedieron dos hijos más, uno de los cuales, Valeriano, es sacerdote y pertenece al mismo Instituto religioso de hermanos.

A la edad de 14 años ingresó al seminario de los Hermanos del Sagrado Corazón y profesó en dicha comunidad el 16 de julio del año 1954, fiesta de Nuestra Señora del Carmen.

Cuando tenía 19 años vino para Argentina a donde llegó el 6 de abril de 1956 permaneciendo hasta la fecha en estas tierras de forma ininterrumpida durante 56 años.

Rápidamente convalidó sus estudios e inició su formación académica con el objeto de obtener el título pedagógico habilitante para dar clase que en ese momento era el de maestro normal nacional.

De los años 1960 a 1970, se desempeñó como maestro formador y profesor destacando por su bondad, comprensión y dedicación responsable.

Estas actitudes no fueron desconocidas para los superiores de la comunidad quienes pidieron a nuestro Hermano Pascual que iniciara la capacitación en el Consudec y donde obtuvo el título de profesor en Filosofía y Pedagogía en diciembre de 1969.

Obtenida la habilitación pedagógica y con el título de profesor recién estrenado fue nombrado Rector del Nivel Medio. Se desempeñó en esta responsabilidad durante 25 años, trayectoria que fue interrumpida durante nueve años para prestar el servicio de autoridad como superior provincial de la comunidad religiosa.

Donde hubo fuego cenizas quedan” dice el refrán; por eso nuestro Hermano Pascual aunque ya jubilado no ha dejado de prestar distintos servicios en los colegios tales como clases de catequesis, acompañamiento de grupos de docentes y padres, reuniones de capacitación y pastoral etc; y durante los últimos cuatro años como Director general del Colegio Sagrado Corazón de Villa General Belgrano provincia de Córdoba.

Podemos destacar en el Hermano Pascual una cualidad que lo ha ubicado siempre en el lugar correcto y con la predisposición adecuada: es su actitud de servicio a la comunidad y su voluntad de ser instrumento al servicio de Dios.

Nuestro hermano es también un gran conocedor de la historia de la humanidad y un gran lector de libros históricos. Por eso me permito traer al recuerdo dos frases de personajes de caballería a la vez que santos y que expresan a mi parecer las dos actitudes vitales de nuestro hermano arriba expresadas. Una frase es de Francisco de Borja cuando conmovido en su interior expresó “no serviré nunca más a señores que se mueran”; la otra es de otro Francisco, el de Asís quien dijo "¿por qué dedicarse a servir a los jornaleros, en vez de consagrarse a servir al Jefe Supremo de todos?".

Pues bien, como buen siervo nuestro hermano ha aceptado los servicios que la obediencia le ha puesto en el camino con la certeza que “a jornal de gloria no hay trabajo grande” confiando que el Señor sabrá recompensar con creces los servicios prestados sabiendo que no se deja vencer en generosidad.

Merece mencionar también que su servicio de autoridad ha estado fuertemente impregnado de una visión cristiana y evangélica: siempre al servicio de las personas, para su crecimiento en espiritualidad, humanidad y responsabilidad. De esto dan fe los numerosos exalumnos que guardan un recuerdo entrañable del Hermano Pascual quien con respeto siempre les propuso valores firmes a partir de los cuales crecer hacia metas altas pero alcanzables.

Su paciencia, trato delicado y respetuoso le han permitido brindar a las personas mayores espacios de escucha y colaboración; a los adolescentes un bálsamo para sus impulsos juveniles y una pausa para encauzarlos. Con todos ha tenido una palabra respetuosa, adecuada y correcta, teñida con un profundo criterio evangélico en clara sintonía con la pedagogía de la confianza y convencido de que la educación es un asunto del corazón.

Merece destacar también su confianza en la Providencia, en esa mano amorosa de Dios que guía nuestros pasos y nos conduce de tal manera que ningún mal hemos de temer. En ella ha encontrado nuestro hermano la fuerza para aceptar sus responsabilidades pues como dijo el Venerable Hermano Policarpo, nuestro segundo fundador, “sé muy bien de quien me he fiado”.

Agradecemos al Hermano Pascual su trayectoria de vida que nos deja el mensaje de la educación como un servicio de sabiduría, entrega y sacrificio; nos recuerda a su vez la hermosura de nuestra misión: decir a los niños y jóvenes que la fraternidad es posible, que el mensaje evangélico es verdad y vida; que Dios camina con nosotros, hoy, aquí, ahora y para siempre.