A PROPÓSITO DE LA CONVERSIÓN

La ordenanza del capítulo se inicia con este mandato: "Que todo el Instituto -hermanos, colaboradores en la misión, comunidades locales y educativas- se comprometa, con renovada determinación y en espíritu de conversión constante, a destacar la dimensión profética de su misión". Este texto además de apelar a nuestro compromiso lo hace señalando dos actitudes que son más que matices coloridos. Dice claramente con renovada determinación y en espíritu de conversión constante resaltando así cómo transitar el camino para que nuestra misión tenga como característica distintiva ser profética.

Con el objeto de ampliar los conceptos de dicha ordenanza el consejo general elaboró comentarios a la misma. En uno de ellos, en la página 17 del cuaderno del capítulo general expresa: "nuestro compromiso para reforzar la misión profética no es posible sin un espíritu de conversión".

Y en otro comentario dice nuevamente: "es a través del discernimiento comunitario, a la luz del Espíritu Santo, como descubriremos qué significa la misión profética para nosotros hoy y de qué manera podemos llevarla a cabo. Este buen discernimiento puede favorecer un verdadero proceso de conversión, tanto para la comunidad como para cada uno de sus miembros, que se expresará en una misión más profética y despertará en los jóvenes el deseo de compartir esta experiencia con hermanos y colaboradores".

De estos textos entresacados percibimos que la conversión es señalada como una disposición constante y por lo tanto siempre necesaria para el logro del objetivo. Además el texto se refiere no sólo a una realidad personal sino también a comunidades en conversión. También es destacado el papel favorecedor del discernimiento que podemos dinamizar con la reflexión, formación compartida y oración, para que este proceso sea la generatriz de todos los otros valores que enriquezcan la misión haciéndola más profética.

Consideremos también, tal como venimos reflexionando en nuestra provincia, que para llevar adelante este proyecto podemos hacerlo desde una triple perspectiva:

Presentarnos desde nuestra pequeñez con la confianza en Dios, reconocer la debilidad en nuestras personas y comunidades y acercarnos al mundo y a la realidad con humildad, atentos a las personas: "Por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en insultos, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte" (2 Cor 12,10).

Aceptar la propuesta de conversión que provoca el encuentro con Jesús pues sólo de Él nace la vocación cristiana: "El Reino de los cielos es como un tesoro escondido en un campo. El hombre que lo encuentra, lo esconde, y entusiasmado con la alegría de su hallazgo, marcha a vender todo lo que tiene para comprar ese campo" (Mt 13, 44).

Confiar en el Espíritu quien obra -todas las cosas- en nosotros para el Reino y rogarle que nuestra misión sea elemento de animación: "El Espíritu es quien da la vida" (Jn 6, 63); "Porque Dios es el que obra en vosotros el querer y el hacer" (Fil 2, 13).