LLEVA MI CORAZÓN

En diciembre de 2005 los Hermanos Jesús, Avelino y Emilio me obsequiaron un cuadro, como el que se puede ver aquí, donde dice: "Él te espera donde tú vas". Reproduce la imagen del Corazón de Jesús que se encuentra en el hall de entrada del colegio Sagrado Corazón de Montevideo pues ese año y el anterior integramos la comunidad de hermanos

Tengo que agregar que la frase de dicho regalo es una variante de otra que expresábamos con frecuencia: "Dios no te lleva donde quiere, sino que te espera donde tú vas". En ese momento el cuadro con la frase manifestaba el deseo que el nuevo servicio que había aceptado fuera una oportunidad de encuentro con Dios; también la confianza en que Dios me iba a estar esperando allí, dando sentido, redimiendo y haciéndome feliz en todas las situaciones y responsabilidades como superior provincial.

Quise traer esta situación al boletín porque me parece que las frases antedichas guardan relación con el lema que anima nuestras comunidades de hermanos y educativas en el presente año: "lleva mi corazón". En concreto sería discernir ¿cómo conciliamos la libertad del hombre con la voluntad de Dios?; ¿cómo encontramos a Dios en cada elección?; o también ¿cómo retornar a Él si antes elegimos buscarnos a nosotros mismos?

Creo que la clave está en la actitud de dejarse guiar y estar atento a la escucha de Dios que nos habla por su palabra, por las personas, por los acontecimientos y por nuestra oración del corazón. Si procedemos así tiene sentido suplicar "Jesús lleva mi corazón" porque anteriormente le hemos escuchado cuando nos pide "hermano, lleva mi corazón".

Y una vez que le hemos escuchado, tomaremos el camino que creamos más correcto. Y, ¡con toda seguridad!, en ese camino, Él nos estará esperando; como nos espera también en la enfermedad, en el fracaso, en el dolor, en la conciencia de error y hasta en el mal moral.

En cierto plano intelectual siempre podemos sospechar una contradicción entre nuestra libertad y el querer divino. ¡A fin de cuentas, todo depende de cómo nos situamos ante Dios! Pero esta oposición entre nuestra voluntad y la voluntad de Dios se resuelve totalmente si nuestra relación con Dios llega a ser una relación de amor.

Amar es perder libremente la voluntad, pero esta pérdida es ganancia, pues me da al Otro y me entrega al Otro. Amar a Dios es perderse para encontrar y poseer a Dios y, a fin de cuentas, encontrarse con uno mismo en Él pues "quien encuentre su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, la encontrará". (Mt 10, 39)

Así el camino de la vida se va jalonando con nuestras pequeñas opciones, pero el constructor es Dios y su gracia. Nuestras opciones, además de ser la forma de expresarnos libremente, serán el nuevo espacio que surja cuando el Espíritu de Dios opere en nosotros.